Un astronauta en Collado Hermoso
Relato de los avatares de un piloto XC en ciernes y de cómo las aves le guiaron en su primer vuelo de gran distancia
“¿Quién es el valiente que lleva esa mochila a la espalda?” Un vejete que acaba de llegar al restaurante de Collado Hermoso pregunta al camarero mirando de reojo el bulto de mi parapente. “Es al revés”, respondo. “Esa mochila me lleva a mí; bueno, esa mochila y mis amigas las aves me han traído volando desde más allá de Ávila hasta aquí”…
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Llegando a Collado Hermoso |
En el SiXtema Central, la compe de distancia que se celebraba esos días en Piedrahíta, los mejores pilotos nacionales hablaban antes de despegar sobre si el día daría para llegar a Riaza, o incluso más allá. Como novato en XC mi mantra era: vuela alto, aunque vueles lento, y por lo menos pasa el temible puerto de Villatoro…. Todo el mundo me había alertado de la dificultad de atravesar el puerto de Villatoro.
Un aguililla calzada me salva del pinchazo…
Nada más salir del despegue me hundo casi hasta el aterrizaje de emergencia. Sudaba
buscando la manera de recuperarme cuando veo la silueta de un ave que planea rápido en círculos. Al acercarme me doy cuenta de que además hace rápidos quiebros, quizá para marcar su presencia. Empezamos a girar la térmica juntos, hasta remontar por encima del despegue. Una línea blanca y otra marrón por debajo y un par de líneas transversales blanquecinas cerca de la punta: es un aguililla calzada en su fase blanca.
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Aguila Calzada |
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Las águilas calzadasrecorren más de 3.000 kilómetros durante sus migraciones. A mediados de septiembre abandonarán sus zonas de cría en la Península y recorrerán unos 200 km diarios durante unas cuatro semanas hasta llegar al África subsahariana, donde pasan el invierno.
La calzada es, quizás, el ave más territorial que me he encontrado en vuelo. Se acerca más que ninguna otra, tanto que a veces parece que se va a estrellar contra el parapente… La ves arriba, delante, detrás, abajo, casi al mismo tiempo. A mi me ha sacado muchas veces de agujeros donde no cabía otra que aterrizar. Desapareció sin decir adiós.
Arriba arriba, en la gélida gloria de la convergencia
Desde los casi 3.000 metros de altitud en Corrales caigo como una piedra y delante de Villatoro me veo buscando desesperadamente otra térmica. Estoy a 2.000 metros acelerando para ganar terreno y salir de la descendencia, cuando noto un suave beep. Respiro.
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Bandada buitres en vuelo |
Y me doy cuenta que me están observando. Una sombra oscura pasa a mi lado y se cruza delante de mí. Es un buitre leonado dando vueltas a mi alrededor insistentemente. Empiezo a seguirle y el beep se va haciendo cada vez más consistente, hasta que empiezo a sentir un frío intenso. El vario marca 4093 metros y el buitre se aleja cada vez más. “¿A dónde vas, bonito?”. Tengo la costumbre de hablar con los animales, con los disparaderos, con las térmicas… Le sigo como puedo y noto que me meto en una carretera llena de agujeros, de baches profundos y empinadas cuestas.
Dejo de saber de dónde me viene el viento. A veces llego a dudar que haga viento. El vario me marca a veces del sur, otras del oeste. A estas alturas ya no veo parapentes, y pienso que estarán camino de Riaza. Veo buitres más altos que yo, quizá están a 4200. Cuando miro el vario veo que estoy a 3900 y encima del embalse de las Cogotas, al norte de Avila, al que he llegado casi sin girar desde hace un buen rato.
El buitre suele encontrarse en las repisas de los canchos hacia el amanecer, a la espera de que el sol caliente el aire y se formen las térmicas sobre las que planear. De este modo, vuela todo el santo día sin apenas gastar energía. Al atardecer, regresa a la buitrera para descansar. Aunque es un ave sedentaria, los individuos más jóvenes pueden recorrer grandes distancias apartándose de sus padres.
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Buitre leonado |
Los buitres, con su vuelo lento y gran tamaño, me han sacado de apuros muchas veces. Hoy planean de forma dispersa y muy alto, sin girar. Buena señal. Si les veo girando muy cerrado me preparo para ascendencias estrechas y a veces difíciles de gestionar. Si les veo en grandes círculos suelo disfrutar mucho con ellos, en grandes térmicas. Si les veo aleteando, malo… Doy las gracias a los buitres por enseñarme a encontrar las térmicas y la convergencia, y me dejo llevar con mi Hook 3 a donde quiere el viento.
De marcha con el joven milano
A 4000 metros montado sobre la convergencia hace frío. Como voy en pantalones cortos, decido perder algo de altura, a ver si dejo de temblar. Y de repente estoy a 1600 metros, detrás de unos molinos de viento y casi en Villacastín, pensando en aterrizar.
Un pueblo y una silueta girando sobre él. Me digo: “si llego me agarro a esa ascendencia como a un clavo ardiendo”. La silueta no sube, no baja, gira de forma cambiante, inconexa. Es rojizo y tiene la cola en V. Es un joven milano real tratando de centrar una térmica; parece dudar si quedarse en tierra o subir al paraíso. No sé el tiempo que pasé girando con mi amigo, quizá media hora. El caso es que me vi a 3.000 metros con él.
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Milano real |
En un par de raras ocasiones he visto el cortejo del milano volando a gran velocidad y a gran altura, al encuentro el uno del otro. Cuando parece que van a chocar, se cogen de las patas en pleno vuelo, como si fuera un tango.
Los milanos me han ayudado muchas veces. Se les ve muy bien, vuelan alto y bajo, cerca del relieve y a menudo con buitres y otras aves. Utilizan las carreteras para buscar alimento y coger térmicas. Una vez volé con un grupo de milanos negros, unos 20, en viaje hacia África. Impresionante. De este último me despido: “¡gracias amigo, me has salvado!”.
Dormirse volando
Veo ahora una población grande con una iglesia y un castillo enormes. ¡Es Segovia! Me he plantado en Fuente Milanos; son las 20,30h, estoy a 2000 metros y ya se está acabando la actividad. Cuando busco para aterrizar cerca del centro comercial, veo una mancha que asciende contra el cielo, a lo lejos. Me voy para allá y siento que vuelvo a subir, esta vez con un bando de vencejos y aviones comunes.
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Vencejos en vuelo |
El vencejo es un ave migratoria que vuela hasta 1.000 km al día. Permanece en vuelo ininterrumpido durante nueve meses del año. Las crías abandonan el nido una mañana volando súbitamente, sin necesidad de aprendizaje previo, y no retornan a él jamás. De noche, estas aves se elevan hasta los 2.000 m de altura y allí duermen, volando. Durante el sueño el aleteo se reduce de 10 aleteos por segundo a tan sólo 7. En agosto se pueden ver bandos de vencejos volando fuera de las zonas urbanas; van de vuelta a África. Noto el olor y el calor de la suave y gran térmica que sube plácidamente y que me deriva hacia el Nevero con los vencejos. ¡Gracias amigos!
El viaducto, el Alcazar, la catedral, el barrio judío, el río Eresma. Las sombras del atardecer. Me imagino a los japoneses machacados por el calor, mientras que yo sigo pasando frío. Giro varias veces para ver Segovia y me dirijo en suave planeo paralelo a la mítica N110. Noto una fuerte descendencia. Es el catabático que me hace aterrizar en Collado Hermoso pasadas las 9 de la tarde, entre Navafría y Torrecaballeros, y al lado de casa. En total, 138 km y 7 horas y 22 minutos de vuelo. Casi no puedo creérmelo… ¡Mi primer gran vuelo de distancia!
La felicidad del astronauta
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Antonio el astronauta |
Mientras me tomo una cerveza en el Restaurante la Matita de Collado Hermoso, veo un programa en la tele con canciones de los Pecos, presentados por Jose María Íñigo y otras viejas glorias.
¿Quién es el valiente que lleva esa mochila a la espalda?. Pregunta al camarero un hombre de edad avanzada que acababa de entrar al restaurante. “Al revés” contesto, “esa mochila me lleva a mí. Esa mochila y mis amigas las aves, que me han traído volando desde más allá de Ávila.” El hombre me mira y se da media vuelta, en silencio y pensativo, pide un vino y se pone a ver a los Pecos. Me siento como un astronauta, y me gusta.
Gracias a mis amigas las aves y a mi amigo Cecilio, alma libre y maestro del parapente. Ambos me han enseñado lo poco que se necesita para sentirse feliz.
Antonio Gonzalo, Club De Nube a Nube
Julio 2015